En las elecciones de 1933, la CEDA de Gil-Robles fue el partido más votado pero no obtuvo mayoría absoluta. El partido radical de Alejandro Lerroux se convirtió en la segunda fuerza política de las nuevas Cortes. Entre octubre de 1933 y octubre de 1934 se sucedieron varios gobiernos en minoría presididos por los radicales A. Lerroux y R. Samper a causa de la negativa del presidente de la República, Alcalá Zamora, de entregar el poder al partido más votado, la CEDA, que no reconocía la República. Aunque la CEDA no formó parte de estos gobiernos, los radicales dependían del apoyo parlamentario de los seguidores de Gil-Robles.
Estos gobiernos radicales mantuvieron una actuación moderada hasta la entrada de la CEDA en el gobierno en octubre de 1934. A partir de ese momento, se inició un período de gobierno en coalición de los radicales y las derechas. Este bienio radical-cedista se caracterizó por el conservadurismo político y la anulación de la reformas sociales, económicas y autonómicas del período anterior, por lo que la izquierda lo llamó bienio negro.
El gobierno aprobó una ley de amnistía para los civiles y militares sublevados con Sanjurjo, un presupuesto para el clero católico y la derogación de la ley de congregaciones. Se hizo una revisión de la reforma educativa, en lo referente a la supresión de la enseñanza mixta, y otra de la reforma agraria, se anularon las expropiaciones y se suprimieron las mejoras laborales de los campesinos. Además se produjo un enfrentamiento con la Generalitat de Cataluña y se opusieron a la aprobación del Estatuto vasco.
El freno de la reformas y las consecuencias de la crisis económicas favorecieron el aumento de la agitación social. La política agraria y la ofensiva de la patronal del campo desencadenaron numerosas huelgas campesinas, convocadas por la CNT y por la Federación de Trabajadores de la Tierra (FTT), que derivaron en choques con las fuerzas del orden. La dura represión desmanteló las organizaciones campesinas.
En Cataluña y el País Vasco la actitud, antiautonómica del gobierno provocó un aumento del clima de tensión. En Cataluña la política de izquierdas del gobierno de la Generalitat presidido por Lluis Companys, desencadenó constantes enfrentamientos. En el País Vasco la paralización del proyecto de Estatuto y el recorte de los privilegios fiscales generaron tensiones con los ayuntamientos vascos.
En este ambiente de agitación social, la entrada de la CEDA en el gobierno en octubre de 1934 fue percibida por la izquierda y por el movimiento obrero como un intento de Gil-Robles de destruir la República. Así pues, la mayor parte de las organizaciones obreras convocaron una huelga general para el 5 de octubre de 1934.
La huelga tuvo un seguimiento irregular y fue reprimida rápidamente por el gobierno, que declaró el estado de guerra. La no intervención de la CNT y de las organizaciones agrarias, diezmadas por las huelgas anteriores, y la falta de coordinación contribuyeron al fracaso del movimiento. Solo en Cataluña y Asturias triunfó momentáneamente la insurrección.
En Cataluña, el presidente Companys se enfrentó al gobierno radical-cedista al proclamar el Estado catalán dentro de la República Federal Española. La intervención del ejército y la falta de apoyo de la CNT frustraron la sublevación. Los miembros del gobierno autonómico fueron encarcelados y el Estatuto fue suspendido.
En Asturias, la huelga se convirtió en una auténtica revolución social. La Alianza Obrera, que integró a la CNT. junto a diversos grupos comunistas y socialistas, tomó el poder en Oviedo y la cuenca minera. Miles de obreros armados ocuparon casi toda la región y organizaron comités para dirigir la lucha. Con el fin de restituir el orden en Asturias, el gobierno empleó el ejército para prácticamente reconquistar la región. Los efectivos militares, integrados también por tropas coloniales, estuvieron al mando del general Francisco Franco que aplastó el movimiento tras una lucha encarnizada que provocó más de 1000 muertos.
La revolución se saldó con una dura represión. Se produjeron más de 30.000 encarcelamientos, torturas, ejecuciones sin juicios y condenas a muerte. También en el bando revolucionario se cometieron excesos, como el saqueo de propiedades o el asesinato de guardia civiles y sacerdotes.
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